miércoles, 10 de octubre de 2007

Mi Yo

Alegría, euforia, coraje, tristeza, confusión… todo en un mismo ser: yo. La simple idea de dejar atrás ese recuerdo, de cambiar de escenario y de volar me atrapó de inmediato. Sin pensar demasiado las consecuencias zarpé cual velero rumbo a un lugar más que conocido. Me dejé llevar por el entusiasmo, por la inquietud de la aventura. Ignoraba lo que pasaría, tal vez conocería gente interesante o por lo menos distinta, o quizá me dejaría atrapar por los episodios del ayer. Nada de eso ocurrió. Las nuevas amistades resultaron ser iguales que las anteriores y del pasado, ni un rastro.
Sólo algo sucedió, sólo algo se transformó: mi yo.
Lo más lógico es que deba agradecer el haber experimentado estos cambios, el haberlos identificado y suponer que es parte de un crecimiento personal, sin embargo, no lo siento así. Al contrario, ese instante de saberte con con más experiencia tiempo menos de vida y por ende, , se vuelve mortificante. Es verdad, he encontrado respuestas que apenas hace unos meses parecían inalcanzables y mi caminar se ha hecho más pausado, menos tormentoso y agradable. Pero esta misma situación me ha producido otros sentimientos que hace apenas unos meses eran impensables. Por más que intento explicar esta sensación que combina libertad y ataduras, pasión y apatía, temor y seguridad, a lo único que llego es a la inmovilidad. Prefiero no pensar, dejarme llevar y topar hasta donde tenga que topar. Hoy las cosas son tan claras y a veces duele que los demás no compartan esa nitidez. No por eso dejo de disfrutar este sitio del que, con el paso de los años, es ya una extensión de mi hogar. Sin duda, mi error fue haber recreado una estancia perfecta para anidar experiencias inolvidables y al no hacerlas realidad, la decepción trastocó lo que tenía a su alcance: mi yo. Falta poco para regresar a esa otra realidad, a la que siempre me espera y aun cuando reniego de ella, es la única que me recibe siempre con los brazos abiertos, sin importarle mis tropiezos o mis triunfos. Y tal vez ahí, encuentre gente interesante o me aferre a los días del ayer. Lo ignoro. Sólo sé que anclaré con ímpetu hasta el momento que la idea de un nuevo horizonte me vuelva a llamar.

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