martes, 14 de julio de 2009

Y leer, leer, leeeeeeeer…

Lo reconozco, soy una devoradora de escritos. A mi paso, los textos corren peligro. No importa la dimensión ni el contenido, todo es material para saborear. Revistas, libros, folletos, portadas de discos, frases en la calle… son un verdadero manjar. Cada letra, palabra o enunciado sabe distinto; el sabor a veces dulce, amargo, salado, agrio, picoso es un disfrute en mi paladar. Honestamente, jamás pensé que las letras tuvieran esas cualidades y ha sido una maravilla haberlo descubierto.

Mi gusto por la lectura ha tenido una evolución por demás ordinaria. Lo comento para que no se piense que tuve una iniciación fuera de lo común. Comencé con aquellos libros básicos de escuela, continué con revistas y autores recomendados. Ahora leo de todo y debo decir que es un placer dejar de seleccionar para nutrirme de las más distintas expresiones editoriales. Así, la combinación de temas resulta interesante aun cuando ignore para qué servirá tanta información: quizá para una conversación, para redactar otro texto, para una réplica fundamentada. El fin no importa, lo relevante es la experiencia.
Y en esa constante degustación, los asombros no se hacen esperar. Pueden dejarme un grato sabor de boca o hay los que me producen una terrible indigestión, sobre todo por un exceso de faltas de ortografía o la presentación de ideas confusas. A pesar de la cada vez más frecuente presencia de escritos mal elaborados, todavía son más – por fortuna- los magistrales. Ellos no sólo te hacen salivar con las primeras líneas, sino que te provocan chuparte los dedos de gusto, de alegría por haber sido lector (a) de tan exquisita obra.

Justo ahora se me antoja ese periódico que desde mi lugar observo. Ya le he dado una ojeada pero no es suficiente. Mi apetito no se contenta con el simple pasar de las hojas. Soy voraz y no me detengo hasta exprimir lo último que ofrece mi víctima. Tal vez un día sea un poco más mesurada, tal vez un día no intimide más a estos tiernos textos que posiblemente buscan ser acompañantes por un tiempo prolongado pero que ante mi, se convierten en apetecibles bocadillos listos para ser engullidos en un solo trago.

miércoles, 1 de julio de 2009

Caprichosas como algunos...

Y aunque incierto


es el inicio...

siempre es


fascinante!!!!!!!



He dIcHo...

martes, 7 de abril de 2009

Marías en Sirenas


Aún, en este tiempo de cambios, crisis y globalización, llegué a pensar que algunas de las tradiciones mexicanas serían inmunes a las mutaciones. ¡Qué ingenuidad la mía! Y es que por ocultas que parezcan las cosas, la transformación es inevitable. Así nosotros… buscamos refugiarnos en lo más recóndito de nuestros pensamientos, creyendo que todo será igual, cuando la realidad es otra. Cambiamos sin darnos cuenta, cambiamos sin querer… de repente ya somos distintos sin advertencia previa. ¿Será mejor así? ¿Sufrir modificaciones que permitan adaptarnos a lo actual y sin notarlo? ¿O quizá sea preferible anticiparnos a los cambios, lo que supondría planearlos y llevarlos a cabo con total conciencia? No lo sé… de lo que sí estoy segura es que cualquiera que sea la mutación, hay que asimilarla y aceptarla, con todo lo que esto implica. Al principio es difícil, pero con el tiempo nos vamos ajustando. El chiste es no desesperar, total, la alteración ya existe y negarla sería algo inútil.

Esto ha sucedido con algo de lo que comenté al principio, con una tradición mexicana que por años se mantuvo intacta pero ahora es presa de la época. Me refiero a las Marías, sí esas pequeñas muñecas de trapo que orgullosamente portan sus trenzas y sonrisas plenas. Cabello negro y colores vivos en su ropa, son la atracción de extranjeros que no pueden dejar el país sin llevar su pequeño souvenir. Pues bien, ahora las Marías, nuestras Marías, se han convertido en sirenas también con grandes sonrisas pero ahora con una cola larga de pescado propia de una reina del mar. ¿Qué pudo haber hecho que una María decidiera convertirse en sirena? ¿Acaso le da más reconocimiento venderse como un ser mítico y no como una figura del México real? ¿Han dejado de ser nuestros personajes atractivos y por eso hay que inventar otros que alimenten la imaginación de los visitantes? ¿A que le teme María con esa transformación? O más bien, ¿a que le teme si no se transforma?


En lo particular, aplaudo la idea de crear otras muñecas, sobre todo ahora que se debe competir comercialmente con mayor agresividad. Sin embargo, no deja de sentirse un tanto de nostalgia por aquello que está por perderse; quizá la María seguirá siendo tal y como es, o tal vez la Sirena sea el inicio de una serie de personajes fantásticos que veremos volar en caballos alados. Cualquiera que sea el desenlace, no hay duda que el cambio está en todas partes y así como la María o como la Sirena, el enfoque que le brindemos será el reto, ya sea como un doloroso final o como el comienzo de una singular historia... ¿Piensas igual?