Recuerdo que en cierta comida familiar, una de las anfitrionas comentó que antes de servir un café recién hecho, se debía dejar reposar para que el sabor fuera de los mejores. En ese entonces y como ese tipo de reuniones me parecían aburridas, pensé que más bien se trataba de querer evitar que los comensales nos fuéramos lo más rápido posible. Ahora comprendo que era verdad y así como el café sabe mucho mejor con sus ingredientes asentados, estoy notando que lo que antes resultaba bueno, hoy en día y después de varios años de reposo simplemente es espectacular.
En específico me refiero a los eventos musicales a los que he asistido con la esperanza no sólo de pasármela bien, sino de no constatar que el paso del tiempo pudiera dejar secuelas negativas. Y es que finalmente no es lo mismo el haber ido a un concierto de Timbiriche a los 10 años, que hacerlo dos décadas después.
Gratamente fui testigo de que con el tiempo, un espectáculo del mismo grupo sigue siendo garantía de diversión. Incluso, fue ahora cuando pude disfrutarlo en todo su esplendor, ya que hace 20 años una servidora y mi amiga con la que acudí, sufrimos cuando a la entrada del Palacio de los Deportes centenares de personas comenzaban a empujarse sin importar las consecuencias. Una vez en nuestros asientos, el caos seguía reinando y a pesar de estar frente a nuestro grupo favorito el sonido dejaba mucho que desear.
Hoy en día, en este tipo de espectáculos la seguridad es impecable, el sonido muy aceptable y la conciencia de los asistentes mucho más amplia.
Otro de los conciertos que me dejó un agradable sabor de boca, tanto en 1994 como el pasado 5 de junio, fue el de Gun’s N’ Roses. Es cierto, de los integrantes originales sólo quedan dos, sin embargo, en lo personal considero que con su vocalista basta y sobra.
Hace 13 años, aquel evento lució con los destellos de los encendedores, el de ahora con las luces de los celulares.
Y aunque al que fui a los 17 lo disfruté demasiado, el de ahora lo más significativo fue la experiencia de haberme valido, una vez más, por mi misma. Pero ese es otro tema que dejaré para después…
En fin, lo más curioso es que ahora dicha teoría sobre una común bebida y que resultó ser cierta, no sólo la aplico a mis encuentros musicales sino también a otros aspectos de mi vida, incluyendo – por supuesto- a aquella historia lejana que me imagino dejé reposando para que cuando llegue el momento, continúe y se transforme en la mejor de todas.